Hay sed de amores,
de sueños e ideales,
que ni el encanto conocieron
rendidos en las sombras.
Ilusiones de verano
que avivaban el alma,
-como el viento las flores-
con besos palpitantes.
Amores nacidos en primavera
a orillas del mar manso y profundo,
cuando volaban las fantasías
del que quiere regalar una estrella.
¡Qué delirios, qué inspiración!
Asomaba el poeta: porque no hay
mejor poesía que la del corazón,
para rendir el alma de una mujer.
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