Se hunde el sol en el horizonte
en un esplendor crepuscular...
así se irá yendo nuestra vida
después de los años, es el destino.
Despierto en la estancia vacía
después de dormir los sueños,
pensando como pasan los veranos
en el silencio del viaje astral.
Los años, el desgano y la soledad
que provocan los sueños infecundos
tiempo tras tiempo, en una eterna
búsqueda hasta el fin de los días.
No he amado tanto por la belleza,
sino por la gracia y esa fisonomía
que cautiva y obliga a amar por ella,
belleza suprema que obliga a admirar.
¡Cuánto he amado el amor!
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