En los años 1960s conocí y fui parte de una gran familia, encabezada por don José Miguel Carrera Cordal y su esposa doña Antonia Villavicencio. Vecinos de un viejo y querido barrio de mi juventud, con quienes compartí más de tres años, muchos almuerzos y buenos momentos.
Tuvieron cuatro hijas: Carmen, Javiera, Gabriela y Antonia y dos hijos: José Miguel y Luis. Un grupo entrañable que marcó mi vida, pues los recuerdo con mucho afecto hasta estos días. Fueron parte de esa lejana juventud, cuando ya adolescentes unos terminaban sus estudios, y otros ya éramos parte del sistema laboral.
Hacíamos viajes a la playa, donde disfrutábamos de las bondades del mar, jugábamos a la pelota, Luis era un gran exponente del balonpié y admirador del gran Chamaco Valdés, a quien conocí cuando jugaba en Deportes Arica. Yo y Enrique Monreal, con quien hice buenas migas, fuimos parte de esos inolvidables paseos.
Recuerdo las reuniones familiares en casa de don Pepe, cuando venía su madre, señora Laura y sus hermanas y hermanos: Gabriela, Amalia, Manuel, Sergio, Laura y Marta que vivía en Peñaflor. Al son de una guitarra entonaban bellas canciones folklóricas de moda en esa época.
Postura de argollas y matrimonio de Javiera. El matrimonio de Laura en casa de los abuelos, en Apoquindo. Momentos que quedaron plasmados en el alma y, pese a los años que nos distanciamos, jamás los he olvidado. Indudablemente, una Bella época.
Postura de argollas y matrimonio de Javiera. El matrimonio de Laura en casa de los abuelos, en Apoquindo. Momentos que quedaron plasmados en el alma y, pese a los años que nos distanciamos, jamás los he olvidado. Indudablemente, una Bella época.