apenas la vi, jamás había
visto tanta belleza en una

Su pelo, bañado por el sol,
brillaba y danzaba con el aire
de la mañana primaveral,
era una efigie maravillosa.
Imposible no rendirse
ante este ángel caído
del cielo, el alma agitada
de amores por una mujer.
Delicada, de hablar
apasionado, que acariciaba
y seducía, un son prístino
que maravillaba el espíritu.
Verla y enamorarme
fue un feliz pecado de amor.
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