Tú, la misma de siempre,
la que abrió sus pétalos
a la luz de nuestro amor.
En tu piel dejé mis ósculos
de ardiente sabor a miel.
Fuiste fuente de aguas
cristalinas, puras como
el manantial que traía
tiernos besos y caricias
desde lo alto del otero.
Días de sensualidad,
entrega y sexo apasionado,
que vivimos intensamente,
al amparo de secreto lecho
cómplice de nuestra relación.
Época feliz, de amor
prohibido, exquisita
infidelidad, disfrutada
a plenitud, fue un amor
esplendoroso y especial.
Nunca he olvidado,
Tú pálida desnudez.
Tú, eternamente Tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario