domingo, 7 de julio de 2019

ALLENDE: ÍNTIMO

                                                       Allende, el hombre


Se ha escrito mucho sobre el presidente Salvador Allende, de su familia, de su relación con su padre, Salvador Allende Castro, abogado, notario, periodista radical, y con su abuelo, Ramón Allende Padín, médico cirujano, radical, diputado y senador, ambos masones. El presidente, también entraría a la Logia masónica. No fue un gran lector, pero en los temas que desconocía se hacía asesorar bien, entre otros por Clodomiro Almeida, compañero de partido y amigo, y por Eduardo Labarca, estrecho colaborador cuando era un político emergente y en las campañas de 1958, 1964 y 1970. Allende tenía muy buena memoria, razón por la que en su gran oratoria recordaba, con mucha claridad, lo que le habían dicho sus asesores

Allende era un sibarita, un hombre de gustos refinados. Le gustaba comer bien, un plato casero que le apetecía eran las papas con arroz (de niño se lo preparaba la mamá Rosa), beber buen vino, casillero del diablo y bebía buen wisky. Era un hombre refinado, que se vestía muy elegante y tenía predilección por las corbatas. Era un seductor con sus amigos, los políticos y especialmente con las mujeres. Tuvo muchas infidelidades,  Hortensia Bussi las conocía y se lo reprochaba, pero estuvieron juntos toda la vida.

Sus infidelidades, eran constantes, pacientemente soportadas por su esposa, que decía que a él le encantaba flirtear,  no sacaba nada con sentir celos y callaba. En cada campaña presidencial Allende tenía una compañera paralela. Tencha afrontaba las cosas estoicamente, por algo se convirtió en la figura que se convirtió después del golpe, era una mujer muy inteligente y fuerte.

Todas las mujeres que tuvieron relación con Allende fueron inteligentes. La abogada Graciela Alvarez fue su cómplice en la campaña de 1952, trabajó en el Seguro Social donde él la había nombrado. Leonor Benavides, una bella aristócrata viñamarina lo acompañó en la campaña de 1958, se luce en puesto de privilegio en la UNCTAD. La actriz Inés Moreno, le brindó plenitud en la campaña de 1964, amiga entrañable a la cual suele visitar en su parcela.

                                                                InésMoreno

Otras actrices, Eliana Vidal, Marés González. La negrita, muchacha de bello rostro, podía darle consuelo. Blanquita Barreto, una amiga muy querida desde su infancia en Tacna. La colombiana Eugenia Valencia, la mujer más bella de Popayán. Laurita San Antonio, la cubana de pulsera en el tobillo. La Payita, le brindó cariño y apoyo en la campaña de 1970, fue una enorme compañera en la senda del triunfo, instalada en El Cañaveral, nido donde Allende se instala los fines de semana y degusta la torta de lúcuma que ella le preparaba.

 Gloria Gaitán, a quien conoció en Cuba en 1952, hija del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán. Esbelta, de bello perfil, ojos negros y carácter fuerte, con quien Allende se siguió encontrando en muchas citas revolucionarias. Cuando él se entera que está divorciada, la hace venir a Chile con sus dos hijas y le da un puesto en Odeplán, ella era economista, la oficina de planificaciones económicas.

                                                              Gloria Gaitán

Estamos en enero de 1973, a Allende le quedan ocho meses de vida, con serios problemas sociales y económicos, con una oposición muy dura. Ella, de 36 años, sabe que Allende está en estado frágil, de cara a la gente se presenta como el líder de serena entereza y viril energía. Quiero seguir viviendo en ti le dice Salvador a Gloria, la idea de tener un hijo con ella, nieto de Gaitán toma sentido, es una esperanza mística. Ella es la única persona que conoce las preocupaciones y tribulaciones del presidente antes de morir, queda embarazada, no tienen duda que el hijo será varón, lo que se confirma cuando a su regreso a Colombia, tras la muerte de Allende, ella tiene un aborto espontáneo.

 Allende, el hombre del pueblo, político consecuente son sus ideas, tenía claro que no iba a renunciar y trataría de cumplir el mandato que el pueblo le mandatara, que moriría en la Moneda defendiendo su cargo obtenido en una elección democrática, libre y ordenada.


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