Llegará el día de mi partida, más temprano que tarde habré de subir a Pegaso para surcar entre nubes al lugar del nunca jamás. Atrás dejaré esos viejos amores de mi vida, mis pasiones e inquietudes, me iré con mis sueños a cuestas en un viaje sin escalas.
Ya no veré ponerse el sol, ni el camino de la luna, en la noche estrellada, sobre la quietud del mar. No habrá auroras ni atardeceres, no veré florecer las flores en primavera, ni caer las hojas de los añosos árboles en otoño. No sentiré caer el agua del invierno sobre la tierra, ni gozaré el calor del estío.
No escucharé el trinar de la aves, ni veré correr los caballos en la pradera, ya no iré por esos campos correteando tras los amigos en busca de un ciruelo, durazno o nogal. No gozaré de un racimo de uvas negras recién cogido de la parra, ni sentiré los aromas de los tomates prontos a madurar.
Se va la vida, se va y no vuelve. La familia, los hermanos, la compañera que ya no volveré a ver ni a sentir. Hijos y nietos que ya no estarán para abrazarlos y besarlos, todos partirán conmigo en la memoria, se irán con mis recuerdos. Existencia que lentamente se va marchitando, dejando atrás ausencias, sentimientos y esperanzas.
"Es el adiós ineludible, se va la vida y no vuelve, es el viaje sin retorno al jardín del silencio"
No hay comentarios:
Publicar un comentario