La corrupción echó anclas y está instalada en Chile, al parecer, in perpetuum. Todo está contaminado, no hay institución, servicios, poderes del estado que no estén disfrutando y gozando los beneficios que reditúa el fraude. Altos ejecutivos del poder económico comete ilícitos, compra conciencias políticas con facturas falsas, eluden millonarios impuestos, y no les sale ni por "curao". Son formalizados y, como condena, deben asistir a clases de ética.
En cambio, cualquier hijo de vecino que comete delitos de menor cuantía, es condenado con cárcel, entre tres y cinco años y un día.
Las FFAA, los soldados de la patria, han robado miles de millones de pesos al estado, que es plata de todos los chilenos. Dineros que habrían servido para construir Hospitales, Consultorios médicos, Escuelas, Viviendas y Obras públicas. Privilegiados que solo trabajan 30 años (ya con 20 años de servicio se pueden acoger a jubilación), cobran una suculenta indemnización y se pensionan con el último sueldo. Carabineros, desde generales a clases, han robado también miles de millones de pesos en cuantiosos fraudes al estado.
En cambio, el chileno de a pie, debe trabajar hasta los 65 años de edad (45 años m/m de servicio), no recibe indemnización alguna, y cobra pensiones miserables, porque gana muy bajos salarios.
La iglesia católica, también otras confesiones, cometen crasos abusos contra la moral, pedofilia y violación de menores. Generalmente estos "pecados" se encubren, trasladan al clérigo a otra ciudad o país, y muy pocos llegan a ser procesados por la justicia ordinaria. La mayoría reciben un castigo canónigo, se les suspende su ministerio por un tiempo, o se les manda a retiro a una casa perteneciente al clero.
La gente se retira de los templos, no hay fe que pueda resistir tanta inmoralidad cometida por quienes dicen ser los representantes de Dios en la Tierra.
El Poder Judicial chileno, muchas veces no actúa con la severidad y rigor que debería aplicar a delitos tributarios, fraudes cometidos por empresarios y políticos, las penas son mínimas: multas, devolución de parte de lo defraudado, arraigo y arresto domiciliario.
En Chile, la justicia opera con evidente injusticia. A parte de críticas y palabras de buena crianza, no se actúa como en justicia procede, hay mucha vista gorda, mirar para el lado, haciéndose los "cuchos".
"¿En quien puede confiar la gente? ¿A quien podemos recurrir por verdad y justicia? ¡Cero credibilidad en las instituciones! La desconfianza es total, vivimos en un país que no da el ancho, con autoridades incultas, impensantes y poco inteligentes. Si no hay un cambio radical, no se donde vamos a ir a parar".
No hay comentarios:
Publicar un comentario