Escribo lo que pienso,
confieso lo que siento.
Me agrada tu presencia
en la noche estival,
te arrullo en mi pecho y
acaricio tu cuerpo de porcelana.
Beso tus labios ondulantes
que dejan escapar un suspiro
en dirección al viento.
El césped amortigua resignado
el peso de nuestros cuerpos,
bajo la luz de la luna.
Testigos y cómplices de esta pasión
son las estrellas, luciérnagas de plata
de la eternidad universal.
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