El pueblo no tiene mas vida que su pobreza,
no tiene fuerzas para un alarido de dolor,
tiene el alma vacía, carente de valor,
su fatal destino lo inhibe de la grandeza.
Piensa, sufre, sueña con la justicia,
tiene sed de sueños, de un mejor bienestar,
sentir que todavía hay un camino, una luz
que le permita salir de su desgracia.
Quiere poder sobre la tierra, que sea suya,
que asome el sol sobre su entorno gris
y no se oculte en el silencio del ocaso,
no quiere terminar encorvado en su miseria.
No palpita el corazón del pueblo
porque la desigualdad lo tiene marginado,
en la intimidad de su ser concibe un anhelo:
que se abran los cielos para sentirse acogido.
El rico, en el silencio de su riqueza
no quiere ver el abismo de la desigualdad,
que el pobre sufre en su sombría pobreza
y solo pretende mayor justicia y equidad.
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