¡Miserable de mí! El pecado
de siempre, no andar al ritmo
de la gente, lo que he faltado
¡hecho está! no fue mi ánimo.
¿Debo pedir perdón por mi falta?
No vale la pena una queja,
pero una pregunta me asalta:
¿Por eso la familia se aleja?
Los muros de mi habitación
son mudos testigos del dolor
que me causaría, os pido perdón,
no pensé que fuera tanto mi error.
Que todo en la vida tiene consuelo,
el alivio viene con el paso de los años,
que mis recuerdos los guardo con celo,
pues en mi alma no hay desengaños.
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