Estabas hecha de amor
y del cielo desprendida,
eras un alma brillante,
sosiego y luz inflamada.
Generosa y transparente
como piedra preciosa,
para nada indiferente,
definitivamente hermosa.
Eras mi mundo:
el día, la noche, la vida,
aurora de color fecundo,
dicha a mi alma enamorada.
He conservado tu aroma.
No he olvidado el momento
cuando cristalizó la llama
de pasión y entrega, tu llanto.
Estás en mi alma escondida,
donde morarás eternamente,
y en una lágrima derramada
contemplo tu imagen silente.
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