A las dolorosas penas
hay que darle alas,
para que surquen los aires
y se lleven sus tristezas.
A esas que nos tratan mal
con su malhumorado desdén,
que se vayan igual
que solos vivimos bien.
Nada se rescata
de sus enfados necios,
de la queja ingrata
ni de sus malos genios.
¡Así como pecan pagan!
Dejadlas huir a su mundo,
desterradlas a su afán,
al abismo infecundo.
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