Hoy de ti no espero nada,
ya no estás, tampoco tu belleza
me hace falta, ni causa extrañeza
tu ausencia, ni tu vida encarnada.
Te marchaste altiva la mirada,
sin un adiós, solo un beso sin esperanza,
dejabas todo, sin apego, ciega a ultranza
tras su huella, con el alma encandilada.
Tu partida no causó tristeza
ni desasosiego a mi alma,
ya no eras parte de mi vida;
donde vayas, tengo la certeza
que no tendrás amor ni calma,
perdido el encanto, irás ausente y dolida.
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