ya no estás, tampoco tu belleza

tu ausencia, ni tu vida encarnada.
Te marchaste altiva la mirada,
sin un adiós, solo un beso sin esperanza,
dejabas todo, sin apego, ciega a ultranza
tras su huella, con el alma encandilada.
Tu partida no causó tristeza
ni desasosiego a mi alma,
ya no eras parte de mi vida;
donde vayas, tengo la certeza
que no tendrás amor ni calma,
perdido el encanto, irás ausente y dolida.
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