Muere el día...
asoma la noche
de éter celeste
en toda su armonía.
Yaces en dulce sueño,
tu cabellera desparramada
sobre la seda de la almohada,
oro y miel extremeño.
Que me conquistó
hace ya algunos años,
una tarde de ensueños
cuando la luna se ocultó.
Para dejarnos en oscura
intimidad, entregados al amor,
a la pasión y al sutil ardor
de una embriagadora ternura.
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