Origenes del pueblo griego: En el tiempo en que Egipto alcanzaba su mayor poderío bajo los faraones del Reino Nuevo, se desarrollaba una floreciente civilización en las isla del Mar Egeo. Su centro era la isla de Creta donde, según la leyenda griega, habría gobernado el rey Minos. En memoria de este rey se dio a la civilización cretense el nombre de minoica.
Se conservan varias leyendas referentes a Creta y el rey Minos. Dédalo habría construido para Minos un gran palacio con muchas salas y galerías, en la que todo extraño se perdía en este laberinto. Aquí residía el Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo humano a quién todos los años debían ser sacrificadas siete jóvenes y siete doncellas de Atenas. Finalmente, el monstruo fue muerto por Teseo quien pudo escapar del laberinto gracias al hilo que le facilitó Ariadna la hija de Minos.
A principios del 1.900 d.C. el arqueólogo inglés Arthur Evans logró descubrir el laberinto cretense, desenterró el palacio real de Cnosos, gigantesca construcción de varios pisos, salas, galerías, almacenes y patios que parecen un verdadero laberinto. Tuberías de agua, baños y un excelente sistema de canalización servían a la higiene. Hermosos frescos en las paredes representaban a una sociedad que disfrutaba de la naturaleza. Especial importancia tenían los juegos deportivos, sobre todo las corridas de toros.
La riqueza y el poder de Creta no solo se basó en su fuerza militar, sino en la industria y el comercio marítimo. Los cretenses exportaban sus productos agrícolas, aceite, vino, su fina cerámica y herramientas y cerrajería de bronce. Importaban el mármol y plata de Grecia, cobre de Chipre, oro y marfil de Egipto. En los frescos del palacio de Cnosos faltan las escenas guerreras. Las ciudades de Creta carecían de muros y fortificaciones. Se sentían protegidos por el mar y sus flotas. Sin embargo, hacia el 1.400 a.C. la isla cayó bajo el dominio de invasores extranjeros: Los aqueos.
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