Atenas alcanzó su mayor apogeo bajo la dirección de Pericles quien se desempeñó durante quince años consecutivos el cargo de estratega supremo (444-429). Pericles descendía de una antigua familia aristocrática, pero se identificó completamente con los principios democráticos. Quiso que todos los ciudadanos y todos los grupos de la sociedad pudiesen participar con iguales derechos en la dirección del Estado. Los campesinos, artesanos y obreros también habían luchado por el triunfo y grandeza de Atenas y tenían por tanto el derecho a ser escuchados.
Después de la reforma de Clístenes todavía se habían mantenido algunos privilegios a favor de ciertos grupos sociales. Sólo los miembros de las dos clases superiores podían ser elegidos por el Areópago que conservaba el control sobre todo el Estado. Por iniciativa de Pericles el Areópago perdió todas sus funciones políticas y la facultad de vetar las leyes. Los derechos de control sobre las magistraturas fueron conferidos al Consejo de los Quinientos. El magistrado que dejaba su cargo debía rendir cuentas ante el Tribunal Popular, la Heliaia.
Los 6.000 jurados de este Tribunal eran elegidos anualmente por sorteo entre toda la población. Con el fin de que aun el ciudadano más pobre pudiese desempeñar un cargo público. Pericles hizo pagar una remuneración a cada ciudadano que, por asistir a las sesiones de la Asamblea Popular o por actuar como jurado en la Heliaia, no podía dedicarse a su trabajo. La falta de medios económicos ya no constituía obstáculo para servir al Estado. Se había completado la democracia ateniense.
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