En honor a la verdad, cuando uno llega a la vejez, hoy llamada "tercera edad", la edad del "Jubileo", uno tiene que amoldarse, dadas las circunstancias, a la austeridad y sencillez que nos imponen las exiguas pensiones.
Es el tiempo de la reflexión. Momento de repasar nuestra vida ya sea buena o mala, con sus vicios y virtudes, por interés de la historia. Uno ha visto todo cuanto había que ver. La lejana juventud se desvaneció con la madurez y ésta, en un dos por tres, nos dejó en el ocaso.
No poseo bienes ni fortuna, he vivido de mi trabajo. He servido al capitalismo, inmerso en ese liberalismo donde unos pocos se "hinchan" de dinero, y la mayoría anda a "patadas con los piojos". No es una queja, ni lloro sobre la leche derramada. A mis 75 años, tengo en suerte seguir trabajando.
Como el trigal movido por el viento, toda mi producción se ha inclinado sobre esta tierra. A estas alturas, mi salud y mi tiempo son valiosos. Me dedico a leer, a escribir, a compartir conocimientos. Porque siento desprecio y aborrecimiento por la ignorancia e incultura.
Cuando partimos al jardín del silencio eterno no llevamos fama, fortuna, orgullo ni vanidad a otra vida, si la hubiere. Sólo portamos la "caja negra", que contiene el conocimiento que hemos adquirido en las bondades de la vida.
Estoy tan interesado por seguir aprendiendo, que nada ni nadie podrá distraerme de mi cometido. Este es el maravilloso y más grande disfrute de mi Jubileo.
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