Acaricio su espalda,
suave como el armiño,
y en su rostro se dibuja
una sonrisa seductora.
Es la más preciosa
de un barrio aledaño
al mío, una mujer
sensual y primorosa.
Conquistar su alma
fue mi obsesión,
tener su cuerpo ígneo
en mis brazos, mi delirio.
Me entregó su amor
una noche cualquiera,
besos ardientes que
forjaron un gran amor.
Que hasta ahora perdura
en el recuerdo, en esta
soledad del tiempo, en
que la evoco con ternura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario