domingo, 1 de abril de 2018

PITÁGORAS (II)




Los testimonios pre-aristotélicos dan cuenta de la gran fama que Pitágoras alcanzó en vida. La imagen moderna es de un maestro en matemática, "el primer matemático puro" (dada la fuerte conexión con el "el teorema de Pitágoras" de la geometría euclidiana), conocedor de ciencias tales como la astronomía y la cosmogonía. Si bien fue uno de los pensadores más conocidos de su época, el elemento religioso parece haber sido el predominante en su carácter, y su doctrina mística la que más influenció a sus contemporáneos.

Pitágoras pasa por ser un experto en temas como la inmortalidad, la reencarnación del alma, ritos y rituales religiosos y de auto-control y disciplina. Tanto Platón como Aristóteles coinciden no solo en resaltar su influencia, sino en situarlo como "fundador de un modo de vida". En particular, Aristóteles solamente menciona a "los así llamados pitagóricos"  para referirse al pitagorismo del siglo V, y no parece atribuirle una continuidad filosófica iniciada en Tales. Platón hace referencia al "fundador de modo de vida" y no hace alusión a él cuando escribe sobre la historia de la filosofía. Para ambos, Pitágoras no es parte de la tradición cosmológica y metafísica presocrática.

Para los pitagóricos "la vida debía exhibir tanto en lo personal como en lo social, una reflexión sobre el orden y la armonía del universo".

Después de la disolución de la escuela de Cretona, los pitagóricos se esparcieron por otras partes de Grecia. Para los tiempos de Sócrates, ya hay evidencia certera de Filolao, Lisis, Clinies, Éurito y Arquitas. Estos filósofos pitagóricos, entre otros representantes de la tradición helenística, eran muy distintos a los primeros pitagóricos (del tiempo de Cicerón), caracterizados por un gran apego a la figura del maestro. Este neopitagorismo se fue sumergiendo paulatinamente dentro del misticismo familiar de los neoplatónicos.


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