Rubén Darío para su formación poética fue determinante la influencia de la poesía francesa. En primer lugar los románticos, especialmente Víctor Hugo. Más adelante llegó la influencia de los parnasianos: Théophile Gautier, Leonte de Lisle, Catulle Mendés y José María Heredia. Y, por último, lo que termina por definir la estética dariana es su admiración por los simbolistas, entre ellos Paul Verlaine.
En el libros Los raros, dedicado a glosar brevemente a algunos escritores e intelectuales que él admiraba están: Edgar Allan Poe, Villiers de L'Isle, León Bloy, Paul Verlaine, Lautréamont, Eugenio de Castro y José Martí. El predominio de la cultura francesa es más evidente. Darío fue admirador de Bécquer. Los temas españoles también están muy presentes en su obra, ya desde Prosas profanas (1896) y, especialmente, desde su segundo viaje a España, en 1889, cuando se vincula con la generación del 98.
La evolución poética de Rubén Darío está jalonada por la publicación de los libros en los que la critica ha reconocido sus obras fundamentales: Azul (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos de ellos, aparecidos en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte. Pese a su corta existencia, murió a los 49 años, su vida fue intensa y muy prolífica.
De él y otros artistas e intelectuales se podría escribir mucho, pero solo doy a conocer sucintos relatos de sus vidas y obras, como un pequeño aporte a la cultura.
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