Hay una élite, la que maneja el poder económico y político, que no ve con buenos ojos ni quiere que se conozca la Historia, la real, la verdadera. En sus oscuros caprichos e intereses han lapidado la verdad, han promovido la desinformación, la mentira, lo incorrecto. Pero el tiempo se encarga de develar la verdad, no hay nada por oculto que esté que un día no llegue a conocerse.
Sin embargo, hay una mayoría pensante que carece de elevación mental -idiotizados por el consumismo, la farándula y la nomofobia- para darse cuenta de la importancia que tiene el conocer, el pensar y el saber. Son propicia carne de cultivo, para convertirlos en maleables y míseros serviles.
Sin memoria somos esclavos de la ignorancia, del analfabetismo cultural e intelectual. Por tanto, el primer deber es informarse. Pensar, saber lo que somos, que existimos. Memoria es tener la posesión de las llaves de la historia, de las ideas, de nuestra identidad, del tiempo y las vivencias.
Jamás dejemos de reconstruir la memoria, conservemos todo lo obrado y lo que hemos soñado. Aquello que dejamos de hacer, nuestros errores y nuestros logros. El mayor don del hombre es conservar la memoria: lo apasionado, lo consciente, los sueños y la supervivencia de nobles ideales de igualdad, hermandad y libertad.
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