Cuando estaba en el colegio, en ese Chile pobretón de los años 1950-1960s, uno respetaba el establecimiento, a sus profesores e inspectores. Había disciplina, existían normas y deberes que se respetaban a rajatabla.
Si un alumno cometía una falta, era suspendido de clases y debía retornar al colegio con su apoderado. Si esta falta era grave, inmediatamente era expulsado del colegio. Si el alumno tenía promedio tres notas rojas, no podía dar exámenes y repetía de curso.
Jamás, que yo recuerde, los apoderados hicieron escándalos, ni presentaron reclamos al Ministerio, ni muchos menos interpusieron recursos de amparo ante los tribunales. No había mesas de dialogo, ni se metían los políticos (que no salvan a nadie), todo se conversaba con la Dirección o Rectoría en forma culta y civilizada.
Hoy, lo que menos hay es disciplina en las aulas, los educandos no respetan normas básicas de sana convivencia. Tratan mal a los educadores, los agreden verbal y físicamente y, si no son ellos, vienen sus cavernarios apoderados y les pegan a los profesores.
Los muchachos no respetan a sus padres, a sus compañeros de clases, hacen lo que quieren y poco o casi nada de estudio. Entes atrapados en la tontera de las comunicaciones, viven en un mundo de pobres e infelices ilusiones. Cero pensamiento, nulo conocimiento intelectual.
JUVENTUD: ¡DE TRISTE DESTINO!
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