Cuando hemos llegado a la ancianidad o senectud, hoy denominada tercera edad, con pensiones miserables, enfermos y ya somos descolados muebles viejos, comienzan a asomar los ecos del pasado. Recordamos nuestra niñez, el colegio, esas primeras vacaciones de dos meses en Cartagena de los años 1953s. El primer pantalón largo estrenado a los trece años, cuando ya entrabamos al primer año de humanidades.
Vacaciones que después se trasladaron a Quintero, balneario muy bonito, limpio y con gran variedad de playas. Las mañanas en el Durazno y las tardes en el Papagayo. Después de la merienda u onces salir a dar una vuelta con la polola de turno, después de cenar ir a bailar al Hotel Yathing Club, o a la Waikiki (fines de los 1950s). Era la época del rock, de los boleros y de la música gringa lenta, especial para enamorar.
El tiempo pasa con celeridad, crecemos, nos vamos del hogar paterno y vamos buscando nuestro propio destino. Formamos familia, procreamos hijos, con quienes fuimos haciendo patria. A veces en el extranjero y la mar de las veces en esta larga y angosta faja de tierra. Me viene a la memoría cuando llevaba a mi hijo mayor a remar al parque Cismigiú, en Bucarest; y a los Juegos del Montjuich, en Barcelona, le gustaba subirse al Tiovivo.
Íbamos a las playas La Lisera y El Laucho de Arica. Paseos a los valles de Azapa y Lluta con grupos de matrimonios amigos. Mis tres hijos también crecieron, dejaron el hogar, y realizaron sus propias vidas, formando familia y teniendo hijos. Esos nietos que uno ayuda a criar, y hoy ya son grandes. Algunos terminaron la Universidad, otro en vías de egresar y los más pequeños en enseñanza básica y media.
El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos ... una canción que retrata una realidad de la cual nadie escapa. Es nuestra última etapa, somos los venerables abuelos con ciertas limitantes propias de la edad. Conservando nuestra independencia, algunos todavía trabajando, manteniéndonos activos, leyendo, escribiendo, con la mente clara para no enfermar de alzheimer.
¡Esperando el día del fin, cuando viajemos al descanso eterno, a una dimensión desconocida!
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