Tenía una una belleza
de diosa del Olimpo,
de brillante piel canela
suave como el armiño.
De andar lento y sutil,
su cuerpo iluminaba
su entorno, era un sol
de acariciante figura.
Todos la admirábamos,
pero ella pasaba seria,
como si nada, con la mirada
perdida en el espacio.
Su vida era un misterio
que provocaba pasión,
¿cómo conquistarla?
Ese era un tema complejo.
Olimpia la llamé ...
inspiraba sentimientos
que nunca le confesé,
una diosa para soñar.
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