miércoles, 6 de marzo de 2019

EPICUREÍSMO


El epicureísmo es un movimiento que abarca la búsqueda de una vida feliz mediante la búsqueda inteligente de placeres, la ataraxia (ausencia de turbación) y las amistades entre sus correligionarios. Fue enseñada por Epicuro de Samos, filósofo ateniense del siglo IV a.C., el cual fundó una escuela llamada Jardín y cuyas ideas fueron seguidas por otros filósofos.

El gusto para el epicureísmo, no debía conformarse al cuerpo, como preconizaba el hedonismo cirenaico, sino que debería ser también intelectual. Además, para Epicuro la presencia de placer o felicidad era sinónimo de la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción: el hambre, la tensión sexual, el aburrimiento, etc. Era un equilibrio perfecto entre la mente y el cuerpo que proporcionaba la serenidad o ataraxia.

Para Epicuro, los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos, por tanto placeres: 1) Los naturales y necesarios, como alimentarse, abrigo y el sentido de seguridad, que son fáciles de satisfacer. 2) Los naturales pero no necesarios, conversación amena, gratificación sexual. 3) Los no naturales ni necesarios, la búsqueda del poder, la fama, el prestigio,  dinero.

Epicuro no era dualista, es decir, no postulaba la oposición cuerpo-alma; el alma igual que el cuerpo, es material y está compuesta de átomos. También distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre entre dos diferentes pero unidos, el cuerpo y el alma: 
1) Placeres del cuerpo: aunque se considera que son importantes, en el fondo su propuesta es el equilibrio voluntario y consciente de estos placeres; no su eliminación, no es posible conocer el placer si no se conoce el dolor, no se disfruta de un banquete si no se conoce el hambre.
2) Placeres del alma: el placer del alma es superior al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el tiempo presente, pero es breve, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo. 

 Pese a que el placer es un bien y el dolor es un mal, hay que administrar inteligentemente el placer y el dolor: en ocasiones debemos rechazar placeres a los que le siguen sufrimientos mayores, y aceptar dolores cuando se siguen de placeres mayores. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad, nos permite alcanzar la total impertubabilidad, la cual compara Epicuro "con un mar en calma", cuando ningún viento la azota y nos da libertad ante las pasiones.

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