domingo, 29 de septiembre de 2019

LA JUVENTUD


Juventud divino tesoro, etapa tan corta y tan larga la vida, está vivida en nuestra mente. Recuerdos que permanecen en nuestra memoria, especialmente ese tiempo entre los 15 y los 20 años, cuando disfrutábamos de la amistad de los camaradas del colegio, y la de los amigos y chicas del barrio, eran diferentes y no se cruzaban, pero ambas la vivíamos con intensidad.

Ya en las humanidades de nuestra educación, en la adolescencia, los sábados nos permitían ir al establecimiento educacional con ropa de calle. Uno se colocaba la mejor tenida, generalmente solo teníamos una y era un ambo con camisa de puños con colleras, y una corbata. Solo teníamos clases hasta las 12.00, y era rito sagrado irnos al café Haití, Huérfanos con Estado, a tomarnos un café y fumarnos un cigarrillo Liberty antes de regresar a casa.


En el barrio, la cosa era distinta, la amistad era desde pequeños y nos conocíamos de toda la vida. Las primeras fiestas en casa de amigas o amigos, generalmente todos los sábados teníamos baile, éstos empezaban entre las 19.00 y 20.00 horas y terminaban a medianoche, no había más permiso. Era lo permitido, no se bebía alcohol, solo bebidas y algo para picar, podíamos fumar en el antejardín o patio de la casa.

Era un divertimento respetuoso y sano, no se hablaba con groserías delante de las niñas, el tema era pasarlo bien, conquistar una chica durante el baile y armar un pololeo, a veces efímero, y otros más largos, pero siempre con permiso de los padres de la chica. Así se estilaba, todo era más formal, pero no por eso dejábamos de pasarlo de maravillas. Eran tiempos de música, conversación y estudio, de nuevos poemas y rojas rosas.


A mis 76 años, 2 meses y 12 días, sentí nostalgias de aquellos verdes años. De todos los que conocí, solo tengo contacto con una sola familia, la cual tenía 4 hijas y una de ellas fue mi polola por 3 años, lamentablemente hoy fallecida. Del resto: nunca más volví a ver un compañero de colegio y, los chicos del barrio, vaya uno a saber que fue de ellos.

Juventud divino tesoro, como te extraño, ¡te marchaste para no regresar!

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