El matrimonio de Isabel y Fernando, 1469, y la victoria del bando que les apoyaba en la Guerra de Sucesión Castellana, determinaron la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón. La unificación territorial peninsular se incrementó con la Guerra de Granada, 1482-1492, y la anexión de Navarra, 1512, y se prosiguió la expansión territorial por el norte de África e Italia. La política matrimonial de los Reyes Católicos, que casaron a todos sus hijos con herederos de todas las Casas Reales de Europa, excepto con la francesa, Portugal, Inglaterra y los Estados Hapsburgo, provocó una azarosa concentración de reinos en su nieto Carlos de Habsburgo, Carlos I como rey de España, 1516, Carlos V como emperador, 1521, que junto con la enorme dimensión territorial de la recientemente descubierta América, 1492, convertida en un verdadero imperio colonial, hizo de la Monarquía Hispánica la más poderosa del mundo. En el mismo annus mirabilis de 1492 se decretó la expulsión de los judíos y apareció la Gramática castellana de Antonio de Nebrija.
El poder de los imperiales no se afianzó en Castilla sin vencer una fuerte oposición, Guerra de las Comunidades, que evidenció la centralidad de los reinos españoles en el imperio de Carlos. A pesar de su triunfo en las guerras de Italia frente a Francia, el fracaso de la idea imperial de Carlos V en gran medida por la oposición de los príncipes protestantes alemanes llevó a emperador a planificar la división de sus Estados entre su hermano Fernando I, Archiduque de Austria e Imperio germánico, y su hijo Felipe II, Flandes, Italia y España junto con el imperio ultramarino. La alianza entre los Austrias de Viena y los Austrias de Madrid se mantuvo entre 1559 y 1700. La hegemonía española se vio incrementada con la unión ibérica con Portugal, mantenida entre 1580 y 1640 y fue capaz de enfrentarse a conflictos abiertos por toda Europa: las guerras de religión de Francia, la revuelta de Flandes, 1568-1648, que terminó con la división de un norte protestante, Holanda, y un sur católico los Países Bajos españoles, y el creciente poder turco en el Mediterráneo, frenado en la batalla de Lepanto, 1571. El dominio de los mares fue desafiado por holandeses e ingleses, que consiguieron resistir a la llamada Armada Invencible de 1588.
La revolución de los precios sel siglo XVI fue producida por la masiva llegada de plata a Castilla, que monopolizaba el comercio americano y causó el hundimientos de las actividades productivas locales, mientras se realizaban importaciones de productos manufacturados europeos. La crisis del siglo XVII afectó a España. que bajo los llamados Austrias Menores, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, entró en una evidente decadencia. En tanto el arte y la cultura española vivía los momentos más brillantes del Siglo de Oro. Superada la crisis de 1640, en que estuvo a punto de disolverse, revuelta de los catalanes, de Masianello en Nápoles, alteraciones andaluzas, Independencia de Portugal, la monarquía hispánica se redifinió, ya sin Portugal y con la frontera francesa fijada en el tratado de los Pirineos, 1659.
La Guerra de Sucesión española, 1700-1715, y los tratados de Utrecht y Rastadt determinaron el cambio de dinastía, imponiéndose en el trono la Casa de Borbón, con la que se mantuvieron los pactos de familia durante casi todo el siglo XVIII, aunque significara la pérdida de territorios de Flandes e Italia en beneficio de Austria y onerosas concesiones en el comercio americano en beneficio de Inglaterra, que también retuvo Gibraltar y Menorca. Dentro de España se impuso un sistema político absolutista y centralista a las instituciones de la corona de Castilla, que se impusieron a la corona de Aragón. En el contexto de una nueva coyuntura de crecimiento, se procuró la reactivación económica y la recuperación colonial en América, con medidas mercantilistas en la primera mitad del siglo, que dieron paso al nuevo paradigma de la libertad de comercio, ya en el reinado de Carlos III. El Motín de Esquilache, 1766, permite comparar el diferente grado de desarrollo sociopolítico con Francia, que en una coyuntura hasta cierto punto similar desembocó en la Revolución francesa, mientras que en España la crisis se cerró con la sustitución del equipo de ministros ilustrados y el freno de su programa reformista, la expulsión de los jesuitas y un reequilibrio de posiciones en la corte entre las facciones de golillas y manteístas.
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