A partir de las vísperas sicilianas, 1282, la corona de Aragón inició una expansión por el Mediterráneo en la que incorporó Cerdeña, Sicilia y brevemente, los ducados de Atenas y Neopatria. En competencia con Portugal, la corona de Castilla optó por una expansión atlántica, basada en su control sobre el estrecho. En 1402 comenzó la conquista de las islas Canarias, habitadas exclusivamente por los guanches. La ocupación inicial fue llevada a cabo por señores normandos, Juan de Bethencourt, que rendían vasallaje al rey Enrique III de Castilla. El proceso de conquista no concluyó sino hasta 1496, culminado por la propia acción de la corona.
La gran mortandad provocada por la Gran Peste de 1348, fue muy grave en la corona de Aragón, precedida de las malas cosechas del ciclo de 1333, provocaron una gran inestabilidad económica y social como política e ideológica. En Castilla se desató la primera Guerra Civil Castellana, 1351-1369, entre los partidario de Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique II de Trastámara. En Aragón, a la muerte de Martín I el Humano, representantes de los tres Estados de la corona eligieron como sucesor, en el Compromiso de Caspe, 1412, a Fernando de Antequera, de la castellana Casa de Trastámara. La expansión mediterránea aragonesa continuó con la conquista del reino de Nápoles durante el reinado de Alfonso V el Magnánimo. La crisis fue intensa en Cataluña, cuya expresión política fueron las disputas entre Juan II de Aragón y su hijo Carlos de Viana, aprovechadas por las instituciones representativas del poder local, la Generalitat o comisión permanente de las Cortes y el Consejo de Ciento o regimiento de la ciudad de Barcelona, para manisfestar el escaso poder efectivo que la monarquía aragonesa tenía sobre el particularismo, pactismo, foralismo, de cada uno de sus territorios, donde prevalecían las constituciones, usos, costumbres tradicionales sobre la voluntad real.
Estallaron las tensiones sociales entre la Busca y la Biga, alta y baja burguesía de Barcelona, y la revuelta de los payeses de remenca, lo que hizo estallar la Guerra Civil Catalana, 1462-1472. El debilitamiento de Barcelona y Cataluña benefició a Valencia que se convirtió en el puerto marítimo que centralizó la expansión comercial de la corona de Aragón. En 1479, con la subida al trono de Fernando el Católico y rey consorte de Castilla por su matrimonio con Isabel la Católica, las tensiones sociales disminuyeron, incluido el conflicto campesino. El creciente antisemitismo, estimulado por predicadores como San Vicente Ferrer o el Arcediano de Écija, había explotado en la revuelta antijudía de 1391, que al provocar conversiones masivas originó el problema converso: la discriminación de los cristianos nuevos por los cristianos viejos, que llegó a la persecusión violenta y suscitó la creación de la Inquisición española, 1478.
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