A principio de noviembre de 1974, llegué a Barcelona con mi mujer y mi hijo de tres años. No conocía a nadie, solo llevaba unas direcciones de instituciones que me podían orientar y, acaso, ayudar a conseguir un trabajo. Tenía muy poco dinero, apenas para subsistir unos 15 días. Así que había que moverse rápido.
Tuve la suerte de conseguir un puesto como ayudante del contable, en la empresa J. Valle Vega Construciones S.A. A la que llegué recomendado por el gerente de Cubiertas y Tejados, don Jesús Pemán. Alrededor del 20 de noviembre ya estaba trabajando, y pude cobrar un tercio de paga del mes ese 30 de noviembre, y así iniciar diciembre en el Hostal al que había llegado.
En diciembre, tomé un curso de contabilidad por Decalco, que era necesario para llevar libro del movimiento de materiales para la construcción, además de llevar planillas para pago de sueldos de capataces y obreros de las diferentes obras que tenía en proceso la empresa. Ese mes de diciembre, recibí paga completa, más un sueldo extra de regalo por ser Navidad y un canastillo navideño con chanpagne, conservas, chocolates, dátiles, y otros.
La empresa me buscó un departamento, cerca del centro y de mi trabajo. Cambió los artefactos del baño, la cerámica y los azulejos, lo mismo hizo con la cocina. Me hizo un préstamo de 50 mil pesetas, para que comprara cocina, loza, cubiertos, ropa de cama y otros. Las camas me las regaló el señor Pemán, comedor y living mi empresa. A fines de enero de 1975, me cambié al departamento, que su alquiler era de 5 mil pesetas, y mi salario era de 20 mil al mes. La Ciudad Condal y su gente me había recibido con mucha solidaridad y afecto.
Fueron unos maravillosos años, conocí toda Cataluña: Gerona, Lérida y Tarragona; viaje dos veces por descanso a Madrid, visité sus alrededores y Toledo. Aprendí a degustar la gran variedad de su exquisita gastronomía. Saboreé sus platos típicos y paellas, en el barrio de La Barceloneta, a orillas del Mediterráneo.
Todo iba bien, con el tiempo me subieron el sueldo, pude ir ahorrando en el Banco Bilbao, mes a mes dejaba unas pesetas en la cuenta de ahorros. Paseábamos bastante con mi mujer y el niño, iba al Camp Nou a ver jugar a mi equipo, el Barcelona de: Neskens, Cruyff, el cholo Sotil, Corominas, Heredia, etc. A estadio lleno, ordenado, sin disturbios, un poco como era en Chile entre los años 1959-1970.
Pero, nada es eterno, esa felicidad y bienestar económico y cultural, bruto de mi, lo tiré todo por la borda, cuando decidí volver a Chile, donde la dictadura campeaba y hacía de las suyas. Hasta el día que me muera, que ya faltará poco, me arrepentiré de haber regresado a mi país. En España estaría bien jubilado, el piso pagado, mis hijos serían españoles y se habrían educado bien.
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