sábado, 8 de agosto de 2015

DE PROFUNDIS














La  vida es una serie de episodios, historias que deben ser contadas. Revelar experiencias y verdades, recrear y fabular sobre lo que no se ha escrito, y resulta entretenido intentarlo.

Hay un tiempo remoto que no debemos olvidar, porque el olvido es más fuerte que la memoria, y si no tenemos memoria el olvido es eterno.

El tiempo y los tiempos que me ha tocado vivir, me ha dado cierta libertad de imaginación a través de una básica poesía, y licencia para no creer en mitos, tradiciones y verdades a medias, generalmente tergiversadas.

La poesía no pertenece a un género científico, es producto de la creación, imaginación, inspiración, esa luz que emana del intelecto.

Lo que escribimos, lo cotidiano, es una narración de hechos, estas vivencias tienen algo poético, que escribimos con cierto pudor y recato.

No somos poetas ni aparentamos serlo, solo es divertimento, el sueño de un anciano idealista, que cree y piensa un futuro de flores, con aroma a primavera, donde el hombre vea cumplidos sus sueños y encuentre su libertad.

Los recuerdos de amor no se pueden borrar, porque existieron. Ese cariño que anda por dentro, silencioso, sin alardes, imponente y misterioso. Vive en la memoria, es un episodio que permanece en un primer plano.

El ayer, en el hoy, que quisiera fuera eterno, un perpetuo ahora. Un bis, un reestreno, para salir de la soledad, del aislamiento, y reencontrar esa mujer llamada amor, que jamás hemos podido olvidar.

En la mente del individuo se asilan sueños dulces y pesadillas inexplicables. Se anida el amor, el rencor y el odio. Lo que fuimos y no fuimos. Todo es producto de nuestra historia de vida. Debemos hacer un mea culpa, constantemente, pues no estamos libres de pecado.

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