Escribo de noche, en las tardes o cuando clarea el alba. Tomo una idea, la pluma recibe el fruto que emana de la inspiración y la lleva al papel. Como las flores, que abren sus pétalos cuando enfrentan el nuevo día, la mente se expande y surge una vertiente de ideas.
Escribir es como una amante, que va y viene, es inconstante. No puedo dedicarle tiempo completo, como quisiera mi libido literaria. Tampoco soy escritor, ni asumo ínfulas de intelectual. Soy un «escribidor» de bajo cuño, de versos simples que pretenden ser sensatos.
Poesía humilde, silenciosa, que no aspira ser reconocida ni que suene a melodía. Sólo es un sueño de vida, en la soledad de noches de insomnio. La vida es poesía, la escribimos todos los días, tratemos de existir con sabiduría, con pasión por lo que hacemos.
Acumulados los años, la memoria y nostalgia nos recuerda los años mozos. La juventud se evaporó, se hizo humo, quedó enredada en el ayer. El pasado es largo, existirá mientras tengamos memoria. La memoria no es quedarse en el pasado, sino para ver que nos deparará el mañana.
El futuro es cada vez más breve, el futuro nos dirá si ese pasado vive, si valió la pena. Hay que sacar lecciones, para un mejor provecho del presente. Si tenemos el don de buena salud, tenemos que trabajar, viajar, vivir, estar activos, sacar adelante nuestros sueños. Escribir lo que nace de la memoria, de la experiencia.
La vejez no es para echarse a morir, el otoño de la vida puede brindarnos buenos dividendos, si nos mantenemos ocupados física y mentalmente. Si no hacemos nada, si nos quedamos dormidos en los laureles, sufriremos las inclemencias de la edad, nos consumiremos como cenizas.
Por tanto, ideales, proyectos y sueños que nos han acompañado a lo largo de la existencia, debemos conservarlos, mantener su frescura y lozanía. Eso nos dará sentido de vigencia, un soplo de amor y juventud, renovará nuestro espíritu. ¿Dónde podemos ir sin ideales, ni esperanza, sin un plan de futuro que le dé sentido al presente?
Debemos obedecer el llamado a reconocer vocación por la búsqueda de justicia moral, social, de la verdad, de la felicidad. Al fin y al cabo estamos vivos, llenos de los mismos sueños e ideales. Necesito caminar mis sueños, en armonía con mis ideales. Debo ser fiel a los sueños, si quiero conocer la felicidad.
Todavía no nos hemos marchado, aún nos queda pasión por la vida. Ocupémonos de hacer aquello que nos motiva, antes que regresemos al origen de lo insondable.
Escribir es como una amante, que va y viene, es inconstante. No puedo dedicarle tiempo completo, como quisiera mi libido literaria. Tampoco soy escritor, ni asumo ínfulas de intelectual. Soy un «escribidor» de bajo cuño, de versos simples que pretenden ser sensatos.
Poesía humilde, silenciosa, que no aspira ser reconocida ni que suene a melodía. Sólo es un sueño de vida, en la soledad de noches de insomnio. La vida es poesía, la escribimos todos los días, tratemos de existir con sabiduría, con pasión por lo que hacemos.
Acumulados los años, la memoria y nostalgia nos recuerda los años mozos. La juventud se evaporó, se hizo humo, quedó enredada en el ayer. El pasado es largo, existirá mientras tengamos memoria. La memoria no es quedarse en el pasado, sino para ver que nos deparará el mañana.
El futuro es cada vez más breve, el futuro nos dirá si ese pasado vive, si valió la pena. Hay que sacar lecciones, para un mejor provecho del presente. Si tenemos el don de buena salud, tenemos que trabajar, viajar, vivir, estar activos, sacar adelante nuestros sueños. Escribir lo que nace de la memoria, de la experiencia.
La vejez no es para echarse a morir, el otoño de la vida puede brindarnos buenos dividendos, si nos mantenemos ocupados física y mentalmente. Si no hacemos nada, si nos quedamos dormidos en los laureles, sufriremos las inclemencias de la edad, nos consumiremos como cenizas.
Por tanto, ideales, proyectos y sueños que nos han acompañado a lo largo de la existencia, debemos conservarlos, mantener su frescura y lozanía. Eso nos dará sentido de vigencia, un soplo de amor y juventud, renovará nuestro espíritu. ¿Dónde podemos ir sin ideales, ni esperanza, sin un plan de futuro que le dé sentido al presente?
Debemos obedecer el llamado a reconocer vocación por la búsqueda de justicia moral, social, de la verdad, de la felicidad. Al fin y al cabo estamos vivos, llenos de los mismos sueños e ideales. Necesito caminar mis sueños, en armonía con mis ideales. Debo ser fiel a los sueños, si quiero conocer la felicidad.
Todavía no nos hemos marchado, aún nos queda pasión por la vida. Ocupémonos de hacer aquello que nos motiva, antes que regresemos al origen de lo insondable.
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