El obrero, el campesino rural, el empleado de comercio que laboran de sol a sol, con el chuzo, la pala, o con sus propias manos, destilando sudor y lágrimas sobre el surco, en sus lugares de trabajo; con su cansancio a cuestas, las manos y la piel curtida, el rostro ojeroso, continúa siendo discriminado por un sistema neoliberal aberrante que condena a la esclavitud del individuo.
Trabajos precarios y mal remunerados, muchas veces con sus cotizaciones impagas, porque el "patrón" es un inescrupuloso, que solo busca enriquecimiento fácil, un nombre, un lugar prominente en esta maldita sociedad. Un pueblo cansado de promesas, que nadie cumple, manipulado, recibiendo las "migajas que caen de la mesa".
Chile, el estado, los empresarios, tienen una deuda muy grande con su pueblo. Es una herida en el alma de los chilenos, que a pesar de los años de luchas por reivindicaciones y mejoras no ha conseguido nada. El abuso no puede ser eterno, no hay mal que dure cien años, llegará el día de un quiebre social y las consecuencias serán desastrosas.
¿Cuándo veremos mayor fraternidad? ... ¡Ojalá, algún día podamos ver la luz al final del túnel!
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