sábado, 9 de abril de 2016

DIOS ¿EL SUMO BIEN?



Si Dios es la causa primera, el eterno principio vital, del cual todo emana, todo ha llegado a ser y continúa siendo por él. Si Dios no cambia porque es principio de todo y un principio no cambia (Salmo 90: 2). Surgen cuestionamientos, y dudas razonables. 

Si la vida no es otra cosa que Dios en acción, y él ha dispuesto todas las cosas en medida, número y peso. Si la vida es perfecta, armonía y perfección, es lo que es y como es; cada cosa en su lugar, tal cual es; todo funcionando y girando; con sabia dirección; si todo está inteligentemente dispuesto por Dios, donde corresponde, si no hay nada al azar, y todo es exacto. ¿Por qué todo anda mal? 

Si Dios es el poder infinito, la energía divina que actúa de continuo en todo y en nosotros. Si Dios es el Único Dios verdadero, un ser supremo que reina en los cielos y en la tierra, si él es la causa de todo; de todo lo que es y llegue a ser ¿Por qué el abuso, la corrupción moral político-religiosa, la desigualdad, la inequidad, la discriminación social y económica, las enfermedades catastróficas, las guerras, el hambre, las grandes catástrofes de la naturaleza, la muerte, la pobreza, la xenofobia y todos los males que vemos a diario en todo el mundo? 

Si él es la única presencia y el único poder, si no hay otro Dios, si es una mente, un principio, un un gran maestro, si nada es mejor que él, si él es infinito e inefable, si es lo que es en sí, y por sí se concibe, si es absoluto, fundamento del mundo y del ser, el gran arquitecto, si nos dio la sabiduría, y de él viene esa sabiduría y el conocimiento, Si él es nuestra providencia, nuestro suministro, nuestro alimento espiritual ¿Por qué todo está tan mal? ¿Por qué los hombres no aplican ese conocimiento y sabiduría divina? ¿Por qué todo funciona mal, si una misma fuente no puede causar aguas dulces y amargas?

Si Dios es el sumo bien, el bien perfecto, la inteligencia organizadora, autor de la gracia y de la naturaleza, tardo para la cólera, abundante en bondad amorosa y verdad, si no es un Dios castigador ni vengativo, si no prueba a nadie ni se deja probar, si es justo, bueno, perfecto y todopoderoso ¿por qué no pone fin a todos los males que aquejan a la humanidad? ¿Qué falló en su creación humana? ¿Porque, si nos creó a su imagen y semejanza; por qué, el hombre nada ha hecho bien?

Se nos enseña que todo lo que sufrimos, es por causa del pecado original, que Satanás está gobernando la tierra, si esto es así ¿Por qué Dios no perdona al hombre y expulsa a su "enemigo" -el ángel caído-  y nos da una vida en armonía, plena y en paz? ¿No le basta a Dios todo el padecimiento y sufrimiento de la humanidad, por los siglos de los siglos? 

El que ha leído la Biblia, la "palabra de Dios", inspirada por él, se da cuenta que en todo el Antiguo Testamento Dios está en conflicto con el hombre, vemos un Dios castigador y vengativo con todos los pueblos. Discriminador de todos los pueblos que no son judíos, porque este fue su "pueblo escogido", pueblo que le dio vuelta la espalda muchas veces. Por tanto, ¿podemos tener confianza y esperanza en este Dios? del cual nos piden que seamos temerosos, para no incurrir en su disfavor y no acarrearnos su desagrado.

Jamás cuando uno plantea estas cosas, y muchas otras, los religiosos nos responden derechamente y sin ambigüedades. Se nos enseña a confiar en Dios, a leer a San Agustín -tiene mucho de Platón- Santo Tomás y otros filósofos religiosos. Se nos insta a creer y tener fe: ¡Palabras mágicas!

Creer y Fe, dos palabritas que sacan de apuro cuando se ven cuestionados con preguntas lógicas, objetivas y simples. Cuando uno lee, se informa, medita y reflexiona con meridiana claridad, queda la sensación que todo lo que nos han enseñado es cuento de hadas, "paja molida", que no tiene base ni sustento, porque no andamos por fe, ni temor, ni somos asnos sumisos. La ciencia, y la realidad ciertamente nos han abierto los ojos y el entendimiento.

No cerremos nuestro intelecto y mente a la verdad, a lo científicamente comprobado, actuemos en consecuencia con lo aprendido y aprehendido.

¡Que no hay peor tuerto, que aquel que no quiere ver!


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