Pienso que, si Dios realmente existe, su lamentable creación humana no fue bien concebida. Esta anda errando por la madre tierra sin convicciones, destruyendo el sistema ecológico, llevada por la ambición y codicia de poder y dinero. Sin sacrificarse ni solidarizar con la humanidad, no le interesa el destino de futuras generaciones. Un mundo imperfecto, lleno de ripios, del que Dios ni nadie se hace cargo, pues no se piensa, que el fin es inevitable si no hay un cambio de actitud.
La gente anda preocupada del consumismo, de banalidades. ¡Qué diferencia con esa juventud de antaño! Cuando éramos soñadores, y acariciábamos imágenes de paraísos que pintábamos de colores. Unos tristes y otros alegres, que dibujaban nuestras fantasías inquietas, ávidas de sueños. ¿Qué quedó de aquellos días? Nada, solo contemplar la triste realidad, cansancio de tanta sin razón, amargura de no haber sabido cuidar nuestros espacios y cultura.
El hombre, que se cree héroe, vive desafiando la naturaleza. Se arroga un poder ilimitado. Desafía el mar, le quita espacios, porque cree dormida esa inmensa fuerza. Pero esa masa de agua, de tanto en tanto, ruge. Se burla del orgullo del hombre, destruyendo sus audaces proyectos, sus afanes, sus esfuerzos y sus sueños todopoderosos. Le recuerda su debilidad, le hace temblar y temer por su vida.
¿Dónde está ese bendito Dios que no cambia el mundo? Se dice que el destino del hombre está escrito en los cielos. Pero ese creador que nos enseñaron, solo ha sido un cuento de niños. Solemos tomar por evidencia lo que solamente es un engaño.
En el ocaso de la existencia, cuando la suerte está echada, vuelvo a revivir esos sueños juveniles, cuando se va agotando el fuego del alma.
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