He llegado a una edad, en la que los agrados de mi vida son las cosas que me apetecen: Leer, escribir y la música. En mis lecturas, apago la sed de conocimiento; en lo que escribo, para dar a luz lo que emana del alma; la música, es un bálsamo pacificador del espíritu. Que nadie me quite un solo día, pues nada me retribuirá el tiempo perdido.
No hay peor pecado que negarse al conocimiento: aunque la vista vacile, hay que dedicar unas horas a la lectura. Así, me refugio en un libro, en sus hojas amarillentas que guardan bellas palabras. Conozco lugares, me entero de la historia del hombre; aprendo de las enseñanzas de grandes maestros, intento que me aprovechen esos relucientes conocimientos.
Escribo no para ganarme un sitio en la literatura, porque no he escrito nada, y no soy nadie en el arte de las letras. Escribo en un estilo sencillo y sin pretenciones, para ocupar el tiempo en algo útil. No ambiciono nada, solo aspiro hacerlo bien; expresar ideas y pensamientos, conforme voy viviendo en la tranquilidad de los años viejos.
"Busquemos en esa tranquilidad, el remedio para estar en paz con nosotros mismos"
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