Los inmensos campos de ruina de Karnak y Luxor permite formarse una idea de como eran los templos de la época de Tutmosis III y de sus sucesores. La vida que conducía al templo estaba flanqueada por ambos lados de una hilera de esfinges, leones y carneros.
Delante de la fachada frontal se levantan altos obeliscos. El frente está formado por dos macizas torres, con paredes levemente inclinadas. Estas torres constituyen los pilones que se elevan a ambos lados de la gran puerta de entrada.
A través de la puerta se pasa a un amplio patio, rodeado de un pórtico, donde se efectuaban las procesiones. Sigue la sala hipóstila, una basílica de tres naves, donde se llevaban a cabo los servicios de culto.
La nave central más alta que las dos laterales, con lo que se consigue abundante entrada de luz. A continuación se encuentra la sala del santuario, una sala cerrada sin ventanas donde se guardaba la imagen de la divinidad. Solo la familia real y los sacerdotes tenán acceso a este recinto.
La sala hipóstila de Karnac era famosa en la Antigüedad como una de las más grandes maravillas de la arquitectura. Ciento treinta y cuatro columnas soportaban el techo. Las columnas centrales miden 21 mts, su circunferencia más de 10 Mts.
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