Las inundaciones periódicas del Nilo obligaron a los egipcios a fijarse en las estaciones del año. Descubrieron que las crecidas se iniciaban hacia el solsticio de verano, cuando Sirio aparecía en el cielo al amanecer. Primero dividieron el año en tres estaciones: cuatro meses de inundaciones, cuatro meses de siembras y cuatro meses de cosecha.
Calcularon el mes en 30 días. Transcurridos los doce meses, se agregaban algunos días hasta el comienzo de la nueva crecida. Durante largo tiempo los sacerdotes estudiaron el movimiento del sol y de las estrellas, y el ritmo de las crecidas hasta que, a comienzos del Reino Antiguo, establecieron un calendario fijo.
El año fue dividido en 12 meses de treinta y cinco días complementarios. El calendario parecía a los egipcios tan importante que los reyes, en el momento de su coronación, debían jurar solemnemente no alterarlo jamás.
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