Los atenienses daban gran importancia a las fiestas religiosas y profanas. Con cantos y bailes, con pruebas deportivas y recitaciones de los poemas homéricos celebraban los días consagrados a sus dioses. Con ocasión de las grandes fiestas en honor de Dionisio el pueblo se dirigía al teatro situado al pie de la Acrópolis, donde se representaba el trágico destino de los héroes y se ridiculizaban en la comedia los defectos humanos.
Los poetas entregaban tres tragedias y una comedia a un jurado, que otorgaba al mejor autor una corona de hiedra y un premio en dinero. Las fiestas duraban tres días. Cada día presentaban tres tragedias y una comedia. Esquilo (526-456) celebró en su obras "Los Persas" el triunfo de Salamina y enseñó en sus otras grandes tragedias (Orestíada, Prometeo, Siete contra Tebas) que los dioses y un destino inexorable aniquilan al individuo para que reinen el orden y la justicia.
Sófocles(496-406), amigo de Pericles, representó el destino trágico del rey Edipo y de toda su familia (Edipo, Antígona, Electra). Eurípides (480-406) representa la triste suerte de las víctimas del destino. Después de las tres tragedias una alegre comedia hacía reír a los espectadores. Aristófanes (450-385), el más importantes de los poetas cómicos, ridiculizó y criticó los vicios y defectos de la sociedad y de las instituciones de entonces.
Los griegos, protagonistas de tantos hechos dramáticos, se sintieron impulsados a describir estos hechos y los escenarios en que se habían producido. Herodoto 884-425), el "padre de la historia", narró en los "Nueve Libros" la historia de las luchas entre los griegos y los persas. Tucídides (455-400) relató en la "Guerra del Peloponeso" la gran contienda entre Atenas y Esparta.
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