Alrededor del 1.200 a.C. los dorios penetraron en el fértil valle del Eurotas, en laconia, en el sur del Peloponeso. Fundaron varios pueblos de cuya unión nació la ciudad de Esparta. Después de violentas luchas los dorios pudieron triunfar sobre la población aquea y la redujeron a la servidumbre.
En el siglo VIII los espartanos extendieron su dominio sobre la vecina Mesenia y sojuzgaron a su población. A raíz de estas conquistas territoriales Esparta pudo resolver el problema de la tierra, de modo que no tuvo necesidad de fundar colonias. Los espartanos se establecieron como minoría dominante que constituía solo el 7% de la población.
Esparta se convirtió en un gran campamento guerrero en que todo debía servir a la capacitación militar. Los espartanos o "iguales" vivían de las rentas que le producían las tierras repartidas entre ellos mediante sorteo. Las tierras eran trabajadas por los descendientes de los vencidos, los ilotas, que eran considerados esclavos del Estado.
A los espartanos les era prohibido tener oro y plata. Sólo circulaban monedas de hierro que no tenían valor fuera del territorio espartano. La industria y el comercio quedaron en manos de los periecos que habitaban las regiones menos fértiles de Laconia y que habían conservado su libertad personal, aunque no gozaban de los derechos políticos. Los contactos con los extranjeros fueron reducidos a un mínimo con el fin de que Esparta conservara íntegramente su carácter propio.
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