domingo, 3 de diciembre de 2017

FORMACIÓN DEL IMPERIO ROMANO (II)


Cuando los romanos pasaron a la ofensiva, el cónsul Escipión el Africano, desembarcó un ejército en el norte de Africa y logró derrotar a Aníbal en la batalla de Zama 202 A.C.). Cartago debió entregar sus territorios en España y su flota, tuvo que comprometerse a pagar un tributo de guerra durante 50 años y a no librar ninguna guerra sin la autorización de Roma. Cartago había dejado de ser una potencia. Roma había conquistado el predominio sobre el Mediterráneo occidental. En España organizó dos provincias nuevas.

Los romanos jamás perdonaron a los cartagineses que habían hecho temblar RomaCatón terminaba cada uno de sus discursos en el Senado con las palabras: "Cartago debe ser destruída". Finalmente estalló la III Guerra Púnica (149-146). Durante tres años los cartagineses se defendieron heroicamente del asedio romano, hasta que al final tuvieron que rendirse. La ciudad fue incendiada. Los sobrevivientes se vendieron como esclavos. El territorio cartaginés fue erigido en provincia con el nombre de Africa.

En el curso del siglo II los romanos completaron la conquista de España. En el año 133 A.C. cayó Numancia, último baluarte de los pueblos celtíberos. La cultura romana y la lengua latina comenzaron a imponerse en España. Al mismo tiempo, Roma empezó a intervenir en el Mediterráneo occidental. En el año 148 Macedonia fue convertida en provincia y dos años después Grecia compartió la misma suerte recibiendo el nombre de Acaya. El rey del floreciente reino helenista de Pérgamo en Asia Menor dejó su Estado en herencia a Roma.

Las provincias pacificadas eran administradas por propretores; las que aún eran campo de batalla, eran conferidas a un cónsul o precónsul. Estos eran elegidos por los comicios, eran los representantes del pueblo romano y constituían en las provincias la suprema autoridad. Mandaban las tropas, dictaban justicia y ejercían su cargo con plena autonomía, siendo responsables únicamente ante el Senado y el pueblo romano. Los provincianos no eran ciudadanos romanos ni gozaban del derecho latino, sino que eran meros súbditos, obligados a pagar impuestos regulares, cuya recaudación estaba a cargo de los odiados publicanos, particulares que arrendaban este derecho al gobierno romano.


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