el olor de la brisa y la lluvia,
bajo el cielo azul de septiembre.
A lo léjos sobre sus pies delicados,
viene caminando tímidamente
con su eterna y tierna sonrisa.
Como ella no hay dos iguales.
Dueña de todos sus encantos,
que excitan y seducen;
de cabello moreno, y también
sus ojos alegres y soñadores.
Palidecen los jazmínes
y las rosas a su paso,
los ataviados jardines
se rinden a su belleza.
Cada día, durante años,
con placer la he recordado:
más bella, clara y cálida
que la luna y las estrellas.
La amé sin esperanzas,
pues, un día se marchó.
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