domingo, 6 de mayo de 2018

RECUERDOS DE VIDA


La vida que nos parece larga y extenuante, pasa sin darnos cuenta, y comprobamos lo corta que es. Ya no están los que eran, ya emprendieron el camino del adiós, el mismo que, más temprano que tarde, también caminaremos al final del tiempo. 

Parece que ayer éramos niños descansando en el regazo de la madre, o sentados al lado del padre, escuchando sus enseñanzas o regaños con palabras llenas de cariño y sabiduría. Las que valoramos cuando estamos aprendiendo a ser padres, reconociendo cuánta razón tenían nuestros progenitores.

La unidad familiar, esas reuniones en fechas importantes como: Cumpleaños, Santos, Navidad, vacaciones en familia, enero y febrero en la costa. Las idas al cine, en patota, paseos a lugares aledaños a Santiago. Tiempos que ya no volverán, cambia, todo cambia. 

Ya no están los camaradas de estudios del colegio, o liceo, ni los amigos del barrio, cuando había sana y segura convivencia con los vecinos. Barrios que guardan nuestros juegos de niños, nuestros primeros pasos en el amor, con la chica que nos quitaba el sueño y que ha quedado reposando en el alma hasta estos días.

Cuando estamos en la edad madura, en el otoño de la vida, rumbo al ineludible ocaso, renacen los recuerdos, la memoria activa todo lo vivido, lo dulce y lo agraz. Todo pasa por nuestra mente, como un película de largometraje. Nostalgias del tiempo que perduran en el alma, porque no se olvidan. El que no tiene recuerdos, no tiene memoria, no ha vivido plenamente.

¡Confieso que he disfrutado todo lo vivido!

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