El tiempo, dichoso tiempo que se pasa como en un sueño. La vida es un acaso desde su génesis al ocaso. De niños todo se nos hace una eternidad, en la juventud soñamos un mundo mejor, utopías que quedan en el desván de los imposibles. Ya mayores, nos vemos envueltos en la historia diaria de vivir, de trabajar y proveer nuestras necesidades.
El hombre pasa sin dejar huella. Salvo que haya destacado en algo insigne como: Astronomía, ciencia, historia, literatura, música, pintura y otras artes culturales que permanecen en el tiempo. Las grandes catástrofes, dictaduras sanguinarias, epidemias y guerras que han acaecido, también quedan grabadas, por siempre, como una marca de drama y horror.
Los años y las canas traen sabiduría si uno ha hecho buen uso del estudio, la lectura y la investigación. La idea de un hombre cuerdo, es no pasar por este mundo viviendo solo del aire, de lo cotidiano, de lo banal que poco aportan al crecimiento intelectual del individuo. El conocimiento es la base para optar a una mejor condición de vida socio-cultural.
En el otoño de la existencia, cuando han caído muchas hojas del calendario, solo nos queda lo que tenemos en la memoria. Pero, las ideas y las iniciativas continúan activas, invitando a buscar encarecidamente la sabiduría, como preparación para enfrentar lo que venga después del viaje a ese sueño eterno, o a una nueva dimensión. Lo que solo conoceremos llegado el momento del adiós.
En el otoño de la existencia, cuando han caído muchas hojas del calendario, solo nos queda lo que tenemos en la memoria. Pero, las ideas y las iniciativas continúan activas, invitando a buscar encarecidamente la sabiduría, como preparación para enfrentar lo que venga después del viaje a ese sueño eterno, o a una nueva dimensión. Lo que solo conoceremos llegado el momento del adiós.
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