Nuestra sociedad vive inserta en una oscuridad espiritual, ha perdido el sentido de la virtud, el hombre se ha transformado en un ser individualista, capturado por el consumismo y por un afán de trepar lo más arriba posible, para tratar de parecerse a una clase aristocrática y económicamente pudiente. Ha perdido su norte, su identidad de pueblo, no conoce su cultura ni su historia.
El consumo y la tecnología le raptó la razón, lo transformó en un ente sin identidad. Fue atrapado por esa masa, tsunami consumista, por la farándula y por los matinales de la TV que nada aportan, porque no entregan conocimiento ni cultura. Abandonó sus orígenes, dejó de lado la lectura, y el gusto por la naturaleza, siguió el camino equivocado pues no todo lo que brilla es oro.
Hoy, la clase media baja emergente y el pueblo pobretón, tienden sus manos solicitando justicia social. Sus bajos salarios les hace vivir endeudados, a través del crédito, para poder llegar a fin de mes. La rapiña empresarial paga sueldos miserables, más de un 50 % de trabajadores gana menos de $ 400.000, tiene mala atención de salud porque la que hay es insuficiente y medicamentos tienen precios de usura.
Por esta razón, la gente se ha volcado a las calles, en masivas marchas pacíficas, que se ven empañadas por la violencia de hordas de desadaptados, delincuentes sin Dios ni ley, y por la brutal represión de carabineros, con heridos, muertos y detenidos, generalmente personas que marchaban en familia, porque a la lacra delincuencial carabineros les tiene miedo. No vemos que detengan, ni baleen a saqueadores e incendiarios.
La solución no viene de las cúpulas gobernantes, viene de la base popular, del hombre anónimo. La sociedad no las impulsan las élites y que es muy importante la élite que tengamos, la sociedad la impulsa el pueblo y la madurez que este tenga. Hay una ceguera espiritual, mejor dicho es una indigencia espiritual que impide a los gobernantes ver y asumir la realidad. Desconoce las necesidades de la gente, porque no tiene calle ni dialoga con las personas de a pie.
La política neoliberal y el consumismo se pensó que era un bien, pero hemos llegado a una desmesura tan grande, que lo que se pensó que era un bien para el hombre hoy está destruyendo la vida. La gente tiene que pensar, viajar a su interior y conocer su alma, porque si no se conoce a sí mismo, se está asesinando a sí mismo. El mundo material está muy distanciado del mundo espiritual, hay que buscar el equilibrio con humanidad y solidaridad, que no tenemos en Chile. Hoy no hay líderes ni maestros, es el pueblo mismo el que se rebela y se levanta y se da cuenta cómo tiene que cambiar las cosas para vivir y salvarse del horror que estamos viviendo.
Lamentablemente hoy no tenemos felicidad, el mundo moderno ha destruido la benevolencia, la felicidad, la sabiduría y la solidaridad de los gobernantes para sus gobernados. Ojalá pronto se imponga el imperio de la cordura y la verdad y dejemos atrás este sistema decadente que va en retirada, ahora le toca al pueblo, que está descubriendo la sabiduría por si mismo.
Por esta razón, la gente se ha volcado a las calles, en masivas marchas pacíficas, que se ven empañadas por la violencia de hordas de desadaptados, delincuentes sin Dios ni ley, y por la brutal represión de carabineros, con heridos, muertos y detenidos, generalmente personas que marchaban en familia, porque a la lacra delincuencial carabineros les tiene miedo. No vemos que detengan, ni baleen a saqueadores e incendiarios.
La solución no viene de las cúpulas gobernantes, viene de la base popular, del hombre anónimo. La sociedad no las impulsan las élites y que es muy importante la élite que tengamos, la sociedad la impulsa el pueblo y la madurez que este tenga. Hay una ceguera espiritual, mejor dicho es una indigencia espiritual que impide a los gobernantes ver y asumir la realidad. Desconoce las necesidades de la gente, porque no tiene calle ni dialoga con las personas de a pie.
La política neoliberal y el consumismo se pensó que era un bien, pero hemos llegado a una desmesura tan grande, que lo que se pensó que era un bien para el hombre hoy está destruyendo la vida. La gente tiene que pensar, viajar a su interior y conocer su alma, porque si no se conoce a sí mismo, se está asesinando a sí mismo. El mundo material está muy distanciado del mundo espiritual, hay que buscar el equilibrio con humanidad y solidaridad, que no tenemos en Chile. Hoy no hay líderes ni maestros, es el pueblo mismo el que se rebela y se levanta y se da cuenta cómo tiene que cambiar las cosas para vivir y salvarse del horror que estamos viviendo.
Lamentablemente hoy no tenemos felicidad, el mundo moderno ha destruido la benevolencia, la felicidad, la sabiduría y la solidaridad de los gobernantes para sus gobernados. Ojalá pronto se imponga el imperio de la cordura y la verdad y dejemos atrás este sistema decadente que va en retirada, ahora le toca al pueblo, que está descubriendo la sabiduría por si mismo.
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