El derecho a la vida, un tema del cual se habla mucho, por diferentes razones, pero me voy a referir a las personas que están en estado vegetal y terminal. Algunos yacen en un lecho de hospital: semanas, meses y hasta años a sabiendas que no hay solución ni recuperación posibles, ya no hay nada más que hacer, solo esperar la muerte.
El enfermo no sabe lo que pasa en su entorno, pero si aún tiene capacidad de pensar, debe sufrir y desear partir de este mundo. Sabe que es una una carga, humillado por la situación en que se encuentra y por el sufrimiento que le causa a su familia. No puede expresar su deseo de terminar con su vida, que no es vida, porque no tiene capacidad de expresar sus sentimientos.
Mantener una persona en estas condiciones es un pecado de lesa humanidad, hay que dejarlo partir a descansar y dejar atrás sus sufrimientos. Ya no hay vuelta atrás, hay que asumir que su vida no volverá a ser lo que fue. Los creyentes dicen que solo Dios decide cuando hay que partir. Lo que, en mi opinión, estaríamos al arbitrio de la voluntad de un dios cruel, que permite el sufrimiento.
Soy partidario de la eutanasia, morir dignamente y sin sufrimiento. La familia debe respetar nuestra decisión, que podemos dejar expresada notarialmente como nuestra última voluntad. Viejo, enfermo y sin posibilidad de recuperación uno debería tener esta humana posibilidad de decidir, de común acuerdo con la familia.
En mi caso, con una patología degenerativa de mis articulaciones, llegará el momento en que ya no podré movilizarme por propia voluntad, confinado en una cama, con pañales, cuestión humillante que no deseo pasen mis familiares. Si no hay eutanasia, solo queda el suicidio.
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