La sublevación inicial de Don Pelayo fracasó, pero en un nuevo intento del año 722 consiguió imponerse a una expedición de castigo musulmana en un pequeño núcleo montañoso, en la batalla de Covadonga. Fue un asunto no resuelto, más que una reivindicación de legitimismo visigodo se manifestó como una continuidad de la resistencia al poder central de los cántabros locales. El nombre adptado de reino de Asturias de la zona, no era el de los pueblos astures, sino de las cántabros vadinienses.
Los cristianos orientales tuvieron un desarrollo inicial diferente al de los occidentales. La continuidad de los godos, incorporados al reino franco, fue base de las campañas de Carlomagno contra el emirato de Córdoba, con la intención de establecer una Marca Hispánica al norte del Ebro, La Marca se limitó a la zona Pirenaica, que se organizó en diversos condados en constantes cambios, enfrentamientos y alianzas tanto entre sí como con los árabes. El feudalismo llevó a la descomposición de la dinastía carolingia, evidente en el siglo IX,, se fue estableciendo la transmisión hereditaria de los condados y su completa emancipación de los reyes francos. El vínculo nominal se mantuvo mucho tiempo, hasta el año 988 los condes de Barcelona fueron renovando su contrato de vasallaje.
En 756, Abderramán fue acogido por sus partidarios en al-Andalús y se impuso como emir. El emirato de Córdoba fue políticamente independiente del Califato abasí. La obediencia al poder central de Córdoba fue desafiado en ocasiones con revueltas por distintos grupos etno-religiosos, como los bereberes, los muladíes o los mozárabes, hubo una gran sublevación encabezada por el musulmán Omar ibn Hafsún, en Bobastro. La resistencia cristiana se consolidó, aunque su independencia efectiva dependía de la fortaleza o debilidad del emirato cordobés.
En 929, Abderramán III se proclamó califa, quería dominar a todos los musulmanes. El Califato de Córdoba solo logró imponerse, más allá de la península, sobre un difuso territorio norteafricano; pero sí logró un gran crecimiento económico y social, desarrollo urbano y cultural en todas las ciencias, artes y letras, que le hizo destacar en el mundo islámico como en la entonces atrasada Europa cristiana, sumida en la "Edad oscura". Ciudades como Valencia, Zaragoza, Toledo y Sevilla se convirtieron en núcleos urbanos importantes, pero Córdoba llegó a ser, durante el califato de al-Hakam II, la mayor ciudad de Europa occidental.
El reino de Asturias, con su capital Oviedo desde el reinado de Alfonso II el Casto, se había transformado en el reino de León en 910 con García I al repatir Alfonso III el Magno sus territorios entre sus hijos. En 914, muerto García, subió al trono Ordoño II, que reunificó Galicia, Asturias y León y fijó definitivamente en esta última su capital. Su territorio que llegaba hasta el Duero se fue repoblando, concesionando la tierra al primero que la roturase. Un proceso hasta cierto punto similar se produjo en los condados catalanes de la llamada Cataluña la Vieja, hasta el Llobregat, por oposición a la Cataluña la Nueva conquistada a partir del siglo XII.